Que el estanque La Palla, en el municipio salmantino de Garcibuey, sea protagonista de un artículo en la prestigiosa Guía Repsol es de aplaudir. Y es que este lugar al que cada vez acuden más visitantes, es digno de admirar, y a partir de ahora será mucho más famoso que antes. Este es el artículo completo que hoy publica la Guía Repsol y que firma Almudena Martín, con fotos de Sofía Moro: «Coge el bañador, la toalla y una chaquetilla para la noche. Poco más. Sube hasta el Collado de la Palla, en Garcibuey, apaga el móvil y déjate cautivar por el hermoso paisaje de la Sierra de Francia que se despliega antes tus ojos. Todo a una hora de Salamanca. El lugar tiene todos los ingredientes para convertirse en el planazo del verano: una piscina natural, un chiringuito donde te podrías quedar a vivir, buena gastronomía y unos atardeceres que te dejarán embelesado. Cambiar su ajetreada vida en Ibiza por la tranquilidad de Garcibuey, un pequeño pueblo de la Sierra de Francia, en Salamanca, de apenas 180 habitantes. Esa es la decisión que tomó Quintín Gorjón hace apenas dos años, después de vivir 30 en la isla Pitiusa. «Esto sí que es el paraíso», reclama alto y claro. No se arrepiente ni un sólo día de haber vuelto a su pueblo, de haber dejado su vida frente al ordenador en las Baleares y abrir un chiringuito en medio de un magnífico vergel que él mismo ha plantado, con una piscina natural y unas vistas de escándalo sobre la sierra que le vió crecer. Quintín abre temprano ‘El Collao‘. A las 10 de la mañana está listo para servir desayunos a quienes quieran acercarse hasta allí, sobre todo inquilinos de las campers o las autocaravanas que aparcan en la zona. El chiringuito no se encuentra dentro de Garcibuey, hay que buscarlo a poco más de un kilómetro, a los pies del estanque La Palla, construido en los años 40 como depósito para el riego con 3.000 metros cúbicos de agua, siendo la mayor piscina natural de toda Salamanca. «Hoy sirve para abastecer a los helicópteros en caso de incendio y tiene el mismo diámetro que el ruedo de la Plaza de Toros de Salamanca», comenta un lugareño del pueblo mientras se toma un vino en este chiringuito que el 1 de julio cumplió su primer año de vida. Su nombre, ‘El Collao’ hace un guiño a como se conoce la zona: El Collado de la Palla. Al borde del estanque, varias adolescentes se lanzan sobre esta infinity pool de más de dos metros de profundidad que se asoma a una sierra llena de matices, un lienzo natural que cambia por horas y te hipnotiza con su gloriosa calma. Al fondo, se observan los pueblos de Miranda del Castañar -el que mejor-, Lagunilla, Pinedas, la tierra de Béjar y hasta las Hurdes de Cáceres. «Este entorno es mágico, mires por donde mires», destaca Quintín con una sonrisa sincera, feliz y llena de paz, de alguien que por fin ha encontrado su sitio. Este salmantino nacido en Aubin (Aveyron) -sus padres tuvieron que emigrar a Francia- saca su móvil para mostrar cómo se encontraba hace 45 años este terreno de más de 35.000 metros. En las fotografías se aprecia un pequeño kiosko de madera bajo un enorme castaño de indias, donde su padre vendía refrescos y bolsas de patatas fritas a quienes subían al embalse. Hoy, las maderas de ese castaño de indias rinden homenaje a ese recuerdo convertidas en una mesa situada en la misma parcela del chiringuito, donde además hay varios barriles donde apoyar la cerveza fría, y un pequeño espacio de césped donde los chavales se tumban con las toallas todas las tardes. «Todo este terreno era en origen una era de trillar. No había absolutamente nada. Lo compró mi padre y yo le ayudaba con 14 años en el kiosko. Aún recuerdo cómo cargaba con las barras de hielo que traían del Correo de Béjar, ¡pesaban más que yo!», dice entre risas. «Junto a mi padre comenzamos a recuperar este lugar plantando árboles. Hasta que él se bajó al pueblo, yo marché a Ibiza y esto se abandonó», añade con cierta nostalgia.